viernes, 2 de marzo de 2012

UNA DE DEFICITS

Es la palabra de moda, el déficit, pero ¿que significa realmente? ¿que relación tiene con la deuda?

Es un círculo vicioso, que nos ahoga, nos angustia y en mucho caso no comprendemos.

Por déficit, se entiende el defecto de ingresos respecto a los gastos, es decir, que dicho déficit se produce cuando gastamos más de lo que tenemos. ¿Cómo tapa ese déficit el Estado? Como todo el mundo, endeudándose. ¿Cómo se cierra el círculo vicioso? Al endeudarnos, tenemos que pagar unos intereses; luego, si no incrementamos los ingresos, el déficit aumentará al aumentar los gastos ocasionados por la deuda, lo que generará mayores necesidades de financiación.

En definitiva, es como si tiramos una piedrecita en lo alto de una montaña nevada, al final tendremos una avalancha.

¿Cómo se ataca ese déficit? Aumentando los ingresos (políticas seguidas por el PPSOE desde sus inicios), disminuyendo los gastos (austeridad, que mal entendida ahogará más la economía) o mezclando ambas (que es lo más recomendable y difícil de hacer).

No obstante, ese déficit tiene dos vertientes:

  • Déficit coyuntural. Como su propio nombre indica, es consecuencia de la coyuntura económica y es contra el que la lucha se hace más difícil, pues estamos inmersos en una crisis global y nos debemos a unas políticas económicas dictadas desde Europa, con los desequilibrios que en ella coexisten. No obstante, hay que poner las bases para luchar contra este tipo de déficit, bases que el actual gobierno (y el anterior también) han olvidado: aumentar la productividad, fomentar el consumo, fomentar el empleo, cambiar el sistema productivo,......
  • Déficit estructural. Es el que deriva, como su propio nombre indica, de la propia estructura de la administración. Es contra el que hay que luchar más activamente, intentando tener un estado sostenible, no sobredimensionado, como es el que tenemos actualmente.
Me voy a centrar, así por encima, en este déficit estructural.

¿Tenemos un Estado sostenible? La experiencia de más de 30 años con el modelo actual no dice que NO. Repasemos : Municipios, Diputaciones Provinciales, Comunidades Autónomas, Estado... Cada uno con sus responsables, funcionarios, órganos asesores, funcionarios. Mucho arroz para poco pollo, ¿no?.

En primer lugar están los municipios, con sus Ayuntamientos, concejales, personal, asesores... Basta un ejemplo.. Ayuntamiento de Las Rozas (Madrid) : 32 concejales, 8 tenientes de alcalde, 30 cargos de confianza... Hay ayuntamientos para 500, 1.000 habitantes, unos muy cerca de otros. Todo ineficiencias, gasto desmedido, sin duda. Lo primero sería, siguiendo el programa de UPyD, hacer un estudio de todos los municipios, promoviendo la fusión de municipios, en los que hay sinergías, proximidad, intereses comunes, con el fin de optimizar la utilización de los recursos disponibles y eliminando el sinfín de duplicidades innecesarias y existentes.

¿Qué tenemos? ¿Un estado provincial o un estado autonómico? Queda claro que tras la aprobación de la Constitución tenemos un estado autonómico, luego el siguiente paso sería sencillo : eliminar las Diputaciones Provinciales, tal y como propone UPyD, asumiendo las Comunidades Autónomas esas competencias. Esto es complicado, pues el PPSOE tiene en estas Diputaciones un auténtico chiringuito, en el que colocar políticos, amigos, etc. Hecho esto, se impondrían reuniones de los responsables comunitarios y de los municipales para delimitar claramente las competencias de cada ente, eliminando las duplicidades y enfrentamientos y optimizando los recursos.

Luego está el Estado, ese mastodonte generador de gasto, que tendrá que racionalizarse. ¿Cómo? Siendo sensatos y teniendo claras las competencias estatales, que nunca deberán duplicar las competencias de carácter autonómico. Esto, hoy en día es difícil, complicado. Un ejemplo. Cada Comunidad tiene las Consejerías que le place (ministerios autonómicos). El Estado tiene los ministerios que considera, según la consideración del gobierno en cuestión. Primer paso : unificar. Delimitar los ministerios debemos tener, que irán en consonancia con las Consejerías autonómicas y con las concejalías de los municipios. Una estructura piramidal, en la que cada Concejalía sepa con qué Consejería ha de hablar y cada Consejería con qué Ministerio tratar.

Ya tenemos la estructura básica estatal, y ahora ¿qué?. Hacer caso de la experiencia que tenemos, y promover un claro reparto de las competencias. Cuales serán municipales, cuales autonómicas y cuales estatales. Evitando todo tipo de duplicidad, que lo único que hace es generar confrontación y duplicar gasto. ¡¡Basta de los 17 mini-estados!!. Tengamos un único estado, de carácter federal, que funcione como un todo, lo gestione quien lo gestione, siempre en pos del bien común, general.

Teniendo claras la estructura del Estado y las competencias que se deben asumir, llega un punto crítico : dotar a cada ente del presupuesto necesario. Para ello, habría que reformar el sistema de financiación autonómico, olvidándonos de cupos y pactos trasnochados, remando todos en la misma dirección, con un único sistema de financiación que sea solidario y suficiente con las necesidades que se deben asumir.
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Esto no ha pretendido ser un estudio pormenorizado del déficit y los problemas que acumulamos, pues excede del objetivo del blog y de mis limitaciones. Lo que quiero es que pensemos en que si no atacamos el déficit estructural con decisión y sin complejos, difícilmente podremos actual contra el déficit coyuntural. 

De momento no veo ninguna acción al respecto, pues el gobierno anterior se preocupó únicamente de aumentar desmedidamente el gasto (plan e, plan ñ, cheque-bebe....) y destruir empleo (con los costes económicos y sociales que ello conlleva). El gobierno actual se ha dedicado a subirnos los impuestos, a aprobar una reforma laboral con efectos perversos (creo yo) a corto plazo y nada claros a largo plazo. De reformar el Estado, nada de nada. Queda claro que la herencia recibida es un desastre, pero no basta con escudarse en ello para todo. 

Hay que trabajar más, escuchar más, y quejarse menos.

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